NO HAY CULPABLE
Sol García de Herreros · MADRIDA veces la felicidad parece sólida, pero en realidad es un gas, una nube engañosa que desaparece cuando intentas agarrarla. Entonces te preguntas si guardaste el recibo. Eh, oiga, exigirías, yo pagué por ella, teníamos un pacto, devuélvanme mi tiempo, mi esfuerzo, mi rutina anterior… Pero ni hay donde reclamar ni tú volverás a ser el mismo; la felicidad es como esos premios que llevan a un pobre a un hotel de lujo, al volver todo parece peor. Tal vez sea deformación profesional, pero cada vez que me ha ocurrido he utilizado todo mi conocimiento procesal, mi dilatada experiencia como instructor para decidir a quien sentar en el banquillo, porque siempre reconforta tener un acusado, y maldecir con nombre y apellidos. Invariablemente la causa ha acabado con el sobreseimiento. Sí, siempre ayuda un culpable, pero es que casi nunca hay culpa; es solo que la felicidad es gaseosa.