Imagen de perfilSOY MAYOR Y ME QUEDO

LUIS DAVID SAN JUAN PAJARES 

El caso era desesperado para su cliente y el acto de conciliación una burla, algo para lo que iba preparado. La anciana, agotada, estaba a punto de claudicar ante las zalamerías del experto abogado de la otra parte. Él no se inmutó y le dejó hacer. Después de una hora, decidió pasar a la acción. Se limitó a mostrar una pantalla a su colega y éste, espantado, claudicó sin condiciones. La abuela seguiría ocupando aquella vivienda de renta antigua. Vivir en aquel piso interior e insalubre podía ser horroroso, pero quedar en la calle suponía la condena definitiva: la muerte. «Ayudemos a la Señora Adelina a quedarse en su casa. Ocho mil peticiones en 60 minutos» era lo que aquel pobre diablo pudo leer. Sí, el recuerdo de Carlos San Juan era poderoso: nada era igual ya para los bancos desde su triunfo arrollador en las redes.

 

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