Dando cera
C. Otero · PontevedraEché a correr por las galerías de nuestra inmensa vivienda comunal. Unos obreros descargaban lentamente el material para construir un nuevo habitáculo, que debía haber sido finalizado hace más de un mes. «Panda de zánganos», pensé, y me largué zumbando a través de la pasarela que conectaba con el departamento de defensa.
—¿A qué viene tanto alboroto? —exigió saber uno de los oficiales.
—¡Se acerca un oso, el ataque es inminente! —expliqué mientras señalaba por un ventanal.
—No puede ser, ¡con lo que nos ha costado asentarnos en suelo urbano! —se mostró resiliente y retomó la calma—. Envíen 5 pelotones y preparen otro 5 —y se desplegó inmediatamente un ataque.
Por fortuna, se trataba de un oso hormiguero, que huyó despavorido ante la ofensiva del primer batallón. Semanas después supimos que había presentado una denuncia por daños y perjuicios. Ahora somos la primera colmena con una abeja abogada.
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Qué divertido! Está bien empezar el día con una sonrisa.
Suerte y besos.
¡Qué bueno! Todo encaja con la última frase, incluido el título.
Mucha suerte.
Tu estupendo relato merece una gran enhorabuena, C Otero. Tienes mi voto.