Imagen de perfilSucedió una noche

JESÚS LLOP PUIG 

—Para ser abogado no me distingo precisamente por seguir el protocolo; mis actos —mi vida entera— son un enorme defecto de forma, señoría. Si muero joven, espero que mi madre no mantenga mi habitación “tal como él la dejó”. ¡Vaya leonera! Y lo digo aquí, ante esta respetable concurrencia y… ¡con esta piruleta de piña en la boca!
— ¡Agentes!— solicitó el juez, que había escuchado al letrado con creciente malestar.
— ¡Señoría, por favor! Sólo pretendo actualizar la justicia; me mueve la transparencia, el amor a la verdad ¡sin trampa ni cartón!
— ¡Agentes!—insistió el juez— ¡Desalojen al señor letrado!
—Una oferta que no puedo rechazar…
— ¿Y a mí quién me defiende, señor juez?—planteó, inquieto, el acusado.
— ¿Hay algún abogado entre el público?—inquirió, a su vez, su señoría.
—Yo sé algo de Derecho…—terció el busto de Cicerón que ambientaba un rincón de la sala.
(Fundido en negro)

 

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