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Miriam Fopiani Román 

Hacía mucho tiempo que no veía al señor Guerrero. Todos los días llamaba al despacho, “¿Me puede poner al día de cómo va el caso?”, “No hay nada que actualizar, señor Guerrero, ya llamó ayer”. Y ahí estaba el tío, corriendo a las 7:25 am. Agaché la cabeza para que no me reconociera, igual que el otro día con la señora Galán. Siempre vestida con camisas con transparencias y faldas insinuantes. Gané mucho dinero con ella.
Desde hacía unos días me había encontrado con varios antiguos clientes, algunos estaban irreconocibles, igual que yo. Pero yo siempre pasaba desapercibido… hasta hoy. Al mediodía había una gran concurrencia de gente, y de repente vi una mujer aproximarse. Entendí que me había reconocido, era Julia Gutiérrez con su hija. Se pararon delante de mí sin decir palabra. Tan solo la pequeñaja me ofreció su piruleta. Fue vergonzoso que me vieran durmiendo sobre cartones.

 

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