Las causas justas

Pablo Díaz Medina · Lima (Perú) 

Soy un amante de las causas justas: mi abuelo, Albert Pierrepoint, fue un célebre verdugo, y tomó siempre su trabajo como un acto de necesidad y precisión. Me pregunto lo que pensaría ahora, en este tiempo lleno de artimañas legales, sobreseimientos, vicios procesales, medidas cautelares fraguadas y todo el nauseabundo arsenal de argumentos creados para distorsionar el correcto desenlace de las cosas. Casi recuerdo su sonrisa, en su retiro en su bar de Oldham, cuando abolieron la pena capital; guardo alguna vieja fotografía. Mi ofrenda a su recuerdo es lo que hago ahora, la cuidadosa elección, la búsqueda de certezas de tener a un culpable suelto injustamente, mi paulatino acecho, mi propia justicia invisible, la sentencia ejecutada por mi mano veloz, la muerte que rondará en los diarios unos días, sin hallar al causante. Sin hallarme. Por las causas justas. Para ti, abuelo.

 

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