La pluma

Carlos Moro Valero · Boadilla del Monte (Madrid) 

Hace veinte años, al aprobar la oposición, Don Manuel, mi mentor, me regaló una pluma. Le prometí, como única ofrenda, intentar ser un juez honrado. Mis primeros años de ejercicio fueron trepidantes, siempre guiado por la ley y por mi conciencia, cada sentencia, sobreseimiento o simple argumento iba teñido de la tinta de la pluma que, para mí, representaba los valores esenciales de un jurista. El matrimonio y la llegada de los hijos, fueron difícilmente conciliables con el sueldo de un juez de primera instancia, lo que me condujo a unirme a un bufete. Mi pluma, misteriosamente empezó a fallar, tuve que alternarla con bolígrafos de plástico. Causa tras causa, empleaba los bolígrafos, añorando el tacto y el sonido de mi pluma, que descansa junto a la fotografía de Don Manuel. Cosas de la vida, ahora me he metido en política. Ni siquiera encuentro cartuchos.

 

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