Inocente viudedad

Genoveva de Paz Fernández · Valladolid 

La fotografía evidenciaba incuestionablemente la causa de la muerte: mi marido yacía en nuestra cocina con un cuchillo de sierra insertado en su gaznate. El mango aparecía adornado con mis huellas dactilares impresas con la sangre que aún surtía de su doble papada. Como le expliqué a su señoría, celebrábamos nuestro infame aniversario y le había comprado tres kilos de chuletillas para que se solazara con la pasión gastronómica que le dominaba. En un momento de ansiedad se atragantó con cinco porciones mal masticadas y en arrebato de amor marital me lancé a su cuello para efectuar una traqueotomía que permitiera a mi cónyuge respirar. Parece que la falta de práctica motivó que le seccionara el buche. El argumento convenció al juez, que tras ordenar la autopsia dictó el sobresemiento de los autos. Esa misma mañana compré gladiolos como ofrenda a la virgen de los sacrificados por no delatarme.

 

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