Desesperado
Francisco Javier Sánchez Muñoz · Ferrol (A Coruña)En su mano, una estampita que suponía era la fotografía de San Raimundo de Peñafort. Con lágrimas de cocodrilo en los ojos, realizó su falsa ofrenda –sería buena persona a partir de ahora- suplicando al Santo, a cambio, que intercediese para que el Tribunal acordase el sobreseimiento de la causa en beneficio de su cliente. En realidad, no contaba con argumento defensivo alguno, exceptuando la buena sensación que causaron al Jurado, tanto este picapleitos camelador como su aparentemente atribulado patrocinado, al que habían pillado in fraganti, con testigos, cámaras de video, sangre de la víctima en las manos, un cuchillo con sus huellas dactilares encontrado debajo del asiento del coche robado, encima del maletín repleto de billetes marcados y controlados por la Policía desde el “golpe anterior” … Palideció cuando, poco antes de oir el veredicto, le dio la vuelta a la estampa y leyó: “San Judas Tadeo”.