¿Ficción?

Jose Iglesias Sobrino 

“La causa de la causa es causa del mal causado…”. Como una ofrenda depositada ante el inmaculado altar de la justicia desgranaba mi alegato final. Mi colega, el abogado de la otra parte, solicitaba el sobreseimiento total del caso. ¡Que ingenuo! Le iba a destrozar con mi impecable argumento. Yo lo sabía, el lo sabía, todos lo sabíamos. Entonces me citó en un bar a una hora desusada incluso para él. Apareció sólo y, sin mediar palabra, me enseñó una fotografía de una excelente calidad. Enseguida comprendí que ni el exquisito desarrollo del mejor de los argumentos posibles me iba a servir para nada. En la imagen, su Señoría retozaba con la acusada en actitud poco recomendable para la moral del momento. Me miró con una sonrisa burlona y, antes de irse, me dijo en un susurro, “la causa de la causa…”.

 

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