Oración

Javier Serra Vallespir 

El fiscal anticorrupción entró en la Catedral de incógnito y se arrodilló frente a la imagen de Santo Tomás Moro. Con reglamentaria devoción (como corresponde a una persona de su oficio), encendió un cirio en su honor. —Querido Santo Patrón —susurró—. Créeme, no soy el patán de turno que suplica poseer el boleto ganador del sorteo de Navidad. No, yo… —El fiscal empezó a sollozar. Unas viejecitas que rezaban en un banco le chistaron para que dejara de hipar—. Sólo te pido un poco de tranquilidad —continuó sonándose con estrépito—. Unas pequeñas vacaciones. El estrés y las horas extra me descoyuntan. Te ruego que los políticos no me den tanto trabajo y que el Maligno no siembre más avaricia en sus corazones —el reclinatorio chirrió tenebrosamente—… pero sin que el boyante negocio de mis colegas abogados se resienta, que la crisis nos aprieta a todos. Amén.

 

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