Huyendo del baño
José Miguel Perlado · MadridAndreas enterró la cara entre las manos, desesperado. Ni el mejor bufete de abogados había sido capaz de defenderle en el juicio y la sentencia era ya definitiva. Casi dos años antes, delante de una oscura ventanilla en el subsotano de un oscuro ministerio, defendía convencido la inscripción de Bob Esponja, el dibujo animado de la televisión, y su conjunto de amigos, en el registro de vagos y maleantes, o lo que fuera que permitiera cancelar sus emisiones, secuestrar de las tiendas sus productos y proscribir cualquier recuerdo de semejante absurdo. Y desde entonces una lucha constante para conseguir que su pequeño aceptase de buen grado bañarse y restregarse la piel con la esponja empapada en agua jabonosa, sin echarse a llorar desconsolada e interminablemente.