El alma

Lola Sanabria García · Madrid 

Mientras espero en la estación, observo la cabeza del carril, brillante por el paso de muchos trenes. Mi carrera judicial también fue brillante. En nómina en un bufete de prestigio, conseguí llegar a juez gracias a mi tesón. Estoy capacitado para resolver querellas de toda índole, pero nunca imaginé que fuera tan difícil el arbitraje entre Charito y Mario. Tengo los nervios deshechos. El tren asoma el morro y se detiene con un bufido. Se abren las puertas y ella aparece como una diosa con tacones y traje de chaqueta. Renace mi admiración de cuando la conocí, aumentada en su ausencia porque he descubierto que ella es el alma del carril por donde se desliza suavemente la familia. – No fui capaz de hacerme con los niños, Esperanza. Tuve que llamar a tu madre- le digo con un temblor de emoción en la voz mientras la abrazo.

 

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