Arbitraje de escándalo

Rafael Costas Costas · Vigo 

Reza en mi nómina que soy abogado. Cierto. También me dedico al arbitraje, es decir, imparto justicia en partidos de fútbol de tercera división; a la carrera acabo de escaparme de uno después de inventar cuatro penaltis a favor del equipo de casa. Por miedo. Nada más saltar al campo, me reconoce el jefe de los hinchas locales, doscientos kilos en canal, a quien un defendido mío le ganó tiempo atrás una querella por calumnias: “Eh, picapleitos, prepárate”. Sudor frío. Cuatro penaltis, pero ni así apaciguo al mastodonte y sus hordas. Pito el final, salgo corriendo y ellos detrás. Refugiado en el lavabo de señoras de la estación ferroviaria próxima al campo de fútbol, oigo muerto de miedo las voces de los fanáticos. Me buscan. ¡Quien pudiera tomar un tren, huir indemne de este villorrio de salvajes! Llovieron los penaltis. Ay, si al menos hubiera entrado uno…

 

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