Imagen de perfilDos metros

MANUEL MONEDERO GUTIERREZ 

Espero mi turno en la comisaría como abogado de oficio de un infeliz encausado por hurto menor. Frente a mí, un senegalés muerto de hambre y con evidentes síntomas de lipotimia, espera también su turno desprovisto de recurso alguno, tras alcanzar la costa en una frágil patera.

Observando al inmigrante, le intuyo lágrimas que resbalan por sus mejillas confundidas con su propio sudor. Hijo de un país sin esperanza de crecimiento y sin suministro básico alguno, sucumbo en asfixiantes reflexiones: dos metros distan entre la más cruel de las desdichas y mi privilegiada posición.

Con dispar motivación empatizan mis escalofríos con los suyos cuando irrumpe en la estancia un policía reclamándole. Decido entonces proteger su defensa presentándome como su improvisado abogado.

Tras asistirle en sus derechos, abandonamos juntos la sala, al tiempo que entrelaza mi mano con inusitada presión; quizás agradecido o tal vez anhelando desesperadamente intercambiar nuestras existencias.

 

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