Imagen de perfilPERO GANASTE

Sergio Aguilar · Zaragoa 

Te conocí en plena crisis de confianza. Época de histeria insomne y de ánimo frágil. Era enero y la biblioteca de la Facultad de Derecho parecía un bazar iraní, en claro contraste con la cotidianidad monástica de días pretéritos. Entre estudiantes perennes, tú, ataviada con ese collar de plata y un nihilismo insultante, leías a Lacruz Berdejo. Contradictoria, por tus propias decantaciones, parecías un cuadro de Séraphine Louis. Pero brillante. Tras la iniciática presentación, me invitaste, convulsa, a tu primer juicio, donde estrenabas toga y anhelos. ¿Me acompañas? Aquello era un privilegio casi de casta. Con el tiempo, arreglaste los cristales de mi espejo interior, que se contaban por miles, casi tantos como los granos que yacen en la arena de Cirene. En ocasiones, el olvido viene a borrarte. Aunque otras veces, te pienso en forma de fotogramas. ¿Lo recuerdas? No siempre puedes tener lo que quieres. Pero ganaste.

 

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