Sentencia favorable

Ricardo Coarasa Artigas · Madrid 

Minutos antes de que el presidente del tribunal leyera la sentencia, miró de soslayo a su cliente. Imperturbable, tan frío como un bloque de hormigón, parecía ajeno a los miles de años de cárcel que podían caerle encima. Se sintió como un zoquete. Sus desvelos se tambalearon de pronto. La incomprensión de familiares y amigos por defender a un acusado de un atentado tan atroz, la tenaz lucha contra el sistema, la soledad durante la instrucción… ¿Habían servido de algo? Después de todo, quizá él sólo le viera como una piraña dispuesta a vaciar sus bolsillos. La voz firme del magistrado le rescató de sus dudas. Absuelto. Toda su amargura se disipó mientras le sacudía un escalofrío de autoestima. Se sintió un privilegiado por ejercer una profesión capaz de librar a un inocente de prisión. Le miró de nuevo. El frío bloque de hormigón dibujó una tenue sonrisa.

 

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