Mi tesoro

Ana Isabel Oiza Beriain · Zaragoza 

Ahí estaba, como cada día, sentada enfrente de su más preciado tesoro. Se había convertido en un guapo mozo de ojos negros. «Quien lo hubiera dicho con lo escuchimizado que era.Ni con el cuento del avión se comía la verdura, que siempre acababa haciendo un aterrizaje forzoso sobre mi blusa». Hoy se estrenaba de fiscal. Una lágrima resbaló por su anciano rostro. «Si le vieran sus amigos. Que cara puso, cuando le pillamos imitando mi letra para rellenar la solicitud de ingreso en el ejercito, siendo menor de edad.La sala empezó a llenarse de gente, anunciaron la entrada del perito. Un hombre de traje blanco se dirigió a la mujer: -señora Martinez, sabe que no puede volver aquí, no es bueno para su terapia. La anciana murmuró: -peor es que te quiten los sueños y lanzó un beso de despedida al desconocido rostro.

 

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