La parte contraria

Ana Sofía de Gregorio Moro · Albacete 

La contemplé como desgastaba los folios entre sus manos intentando quizás hacerlos desaparecer. Miró al pequeño Manuel y adiviné que detrás de aquella mirada y de aquel papel se escondía un dolor que yo apenas intuía y me sentí como un espía en una película que no le corresponde. Mientras ella leía, coloqué mi mano en su hombro, intentando reprimir sus ganas de huir de aquella escena y no la retiró, temblaba. Dejó la demanda a un lado y volvió los ojos a su hijo que jugaba con un cohete mientras devoraba la gominola que yo le había regalado, después me miro a mí y el tiempo se detuvo, en sus ojos vi dos lágrimas.
La sentencia sería clara; yo era el letrado contrario y lo había preparado para que así fuera. Volví a observarla, ¡Estaba tan hermosa!… Aquella mañana perdí un juicio y un cliente, pero gané una familia.

 

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