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Esperanza Temprano Posada 

No había nadie en el edificio, el vigilante de seguridad en la entrada y yo en la sexta planta ideando un plan que me librara del despido antes de que llegara el nuevo día que ya asomaba por los ventanales. «Tolerancia Cero con los errores» era el mantra favorito del director y ahora se había instalado permanentemente en mi cerebro. Vivíamos en un estrés constante con los vencimientos, aunque jamás en mis quince años de profesión se me había pasado un plazo. Recogí mis cosas y esperé a mi jefe como espera el condenado a muerte al verdugo. Llegó y dijo: ̶ antes de que se me olvide, el recurso de casación que vencía ayer, retíralo, el cliente ha decidido aquietarse. Ahora cuéntame ̶ El cielo se abrió ante mi, me dí la vuelta y contesté: ̶ Nada, que tenga un buen día ̶

 

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