El despertar de la toga
Felipe Alcalá-Santaella LlorensUna luz se me había encendido en la cabeza y ahora nada la podía apagar. Todo por culpa de Lucía. Podía hacerlo, ¿no? Lo había hecho antes, hace muchos años. Y suponía acabar con las horas desperdiciadas en la oficina, haciendo números. Que si los planes de pensiones por aquí, que si este nuevo producto por allá… números y números, delante de la pantalla, siempre delante de la pantalla. Y todo por teléfono. Y en muchas cosas había cero seguridad- las cláusulas de vencimiento anticipado se estaban declarando automáticamente abusivas, me decían mis compañeros. Y Lucía me guardaba un sitio. Que sabía que lo que a mí me gustaba era el Derecho Penal y no las tribulaciones bancarias. Y no podía más. De repente no podía más.
Un reencuentro, un café y un plan en marcha. De vuelta a su despacho. Para ejercer, como lo hacía antes.