Espirales de escarcha
Antonio Muñoz VicoEn las noches frías de Trieste, la lluvia adquiere una cualidad táctil, como de escarcha, y salpica de aguanieve el rostro juvenil de las muchachas. De aquella época, el profesor recordaba las caminatas junto a Nadia por los bosques de la Universidad, adonde acudían a refugiarse cuando la lluvia arreciaba. Nadia era esa joven de pelo cobrizo y mirada intensa, de ojos azules y pestañas espesas y rizadas, que lo esperaba siempre al terminar la clase junto al cartel de salida, indiscreta, sin parecer importarle demasiado si el profesor disertaba sobre la explotación de los censos o sobre los efectos de la sentencia; atenta a cada gesto suyo, a cada mirada, a la ilusión contenida y esperada del primer beso. En las noches frías de Trieste, el profesor recuerda y mira por la ventana cómo la lluvia se arremolina en el exterior y se deshace, ingrávida, en espirales de escarcha.