El señuelo
Juan Manuel Rodríguez Gayán · GijónPoco antes de que comenzara el juicio, la gente se agolpaba frente a las pantallas gigantes de televisión instaladas en cada rincón de la ciudad. No se oyó allí ningún grito, ni se vio pancarta ni cartel alguno a favor de mi cliente. Recordé las clases de mi profesor de Derecho, su amargura, sus teorías sobre la explotación de las pasiones del pueblo. Las voces de libertad del disidente, distorsionadas por el Régimen, sonaban como ecos de odio. Cada ciudadano, votando desde su casa, el Gran Jurado, dictaría sentencia. Pero nunca hubo oportunidad para él en la Sociedad Fraternal del año 2067. Yo aún estaba en la sala de vistas, frente al monitor táctil, cuando comenzó la retransmisión. No había nadie más. En ese momento, en la noche, en algún lugar oculto en las afueras de la ciudad, un hombre bueno era ejecutado y borrado de la Historia