Mea culpa

Teresa Lagranja Vallés · Castellón de la Plana 

Desde que se enteró del suicidio de aquel hombre no conseguía conciliar el sueño. Se pasaba las noches reviviendo los detalles del juicio por malversación en el que consiguió una condena ejemplar y el pago de una multa millonaria. El acusado no dejó de pregonar su inocencia y él le creyó. Pero como buen fiscal siguió rebatiendo los argumentos de la defensa, paladeando el morbo de la victoria. Después los éxitos se sucedieron y su jurisdicción se amplió junto con la importancia de su cargo. Ahora el peso de la culpa le atormentaba con el desasosiego de una terrible premonición. Por eso no se sorprendió al descubrir al espectro del condenado en su dormitorio, ni se resistió cuando le tendió su mano helada guiándole hacia la ventana abierta de par en par, para lavar su culpa en el abrazo efímero del vacío.

 

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