Poison, madame!

Claudia Munaiz Rodríguez · Madrid 

Todos supimos que después de pronunciar esas palabras desde el estrado, así, sin más, impertérrita, sin pestañear y sin quebrar la voz, la viuda del señor Wadford había firmado su sentencia. Imposible arg¡ir enajenación mental transitoria. De nada serviría argumentar que el señor Wadford tenía demasiados enemigos en los ámbitos público y privado. Quedaba, por supuesto, denegada la solicitud de libertad bajo fianza. La abogada Perkins ni siquiera pidió la palabra para defender lo indefendible. Miró al jurado y esperó. El juez dictaminó cuarenta años de cárcel para Elisabeth De Wadford por el asesinato con premeditación de su esposo, el magnate (y mangante) Charles R. Wadford. -«¡Pero si probé antes la mermelada de arándanos con la marmota, y miren cómo está, vivita y coleando!», gritó la acusada acariciando al bicho que sostenía sobre su regazo mientras dos guardias le colocaban las esposas.

 

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