Desparejados

Elisa de Armas de la Cruz 

La tortuga se escondió debajo de la piedra grande. Fue el primer indicio del otoño. Hoy ha aparecido la lluvia. Debajo de la cama, hecho un gurruño y cubierto de pelusas, un calcetín gris con lunares rojos desbarata el alegato contra la melancolía que me esfuerzo en construir cada mañana, el brillante abogado rebatido por un triste despojo. Y tan desarbolado como él, tecleo maquinalmente un número. El que eliminé de la lista de contactos y no consigo borrar de mi propia e imperfecta memoria.

 

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