La última palabra

Santiago San Martín Beguiristáin 

«… y considerándose probado que el acusado, valiéndose del hueco de la chimenea, cometió allanamiento de morada con evidente animus delinquendi, procede condenarle a dos años de prisión que, en su caso -puesto que carece de nacionalidad española y de permiso legal de residencia- deberá sustituirse por su inmediata expulsión del territorio nacional. Igualmente, se interesa el decomiso de los objetos incautados.»

Cuando el juez concluyó la lectura del fallo, una vena palpitaba en su frente, y una gota de sudor rodó por su congestionada mejilla hasta perderse en el cuello de la toga. El abogado defensor, consternado por la notoria ira de su señoría, sacudió abatido la cabeza.

Cuando el juez concedió la última palabra al condenado, éste levantó dignamente su cuerpo de botijo, se atusó las blancas barbas y, meneando el dedo índice en actitud didáctica, le reprendió: «¡¨Comprendes ahora, Luisito, porqué no te traje aquel Scalextric?»

 

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