RECAIDA

Alfonso J. Hernández Hernández · Salamanca 

No debía, sabía que no debía volver a hacerlo. Mi relación sentimental dañada no resistiría el envite, mis ya pocos amigos me negarían, toda la sociedad me volvería la espalda, no les culpo, yo haría lo mismo. Ni siquiera mi madre sería capaz de mirarme a la cara. Nada podría alegar en mi defensa. La invisible Justicia social haría su trabajo. Esta vez no me iban a perdonar tan fácilmente como en las ocasiones en que había echado la culpa de mi comportamiento al alcohol, el desamor o hasta al stress, mi crédito estaba agotado. Había cruzado la línea convirtiéndome en un paria, un apestado social. Como un asqueroso yanqui dominado por el síndrome de abstinencia, que digo síndrome, orangután de abstinencia. Había regresado a las andadas. Estaba irremediablemente jodido. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que descubrieran que había vuelto a ejercer como Abogado…?

 

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