Dolor de conciencia

Javier González Días · Madrid 

El espejo le devolvió la imagen del cansancio: una tez pálida y marchita, una frente surcada por profundas arrugas y bolsas amoratadas bajo los ojos. Pensó que treinta años de insomnio no habían cambiado sólo sus facciones. La falta de sueño provocada por el estrés era uno de los síntomas del síndrome que el abogado había bautizado como “dolor de conciencia”; sin embargo, aquel caso era distinto. Llevaba preparando la defensa de aquel pederasta durante más de una semana. Aunque las pruebas en su contra no eran concluyentes, él sabía que su cliente era culpable. Sus dolencias habituales aumentaron, pero las achacó al exceso de trabajo de aquellos días Entonces, mientras contemplaba su demacrado rostro, lo supo: no ganaría aquel juicio. Inmediatamente le invadió una sensación de calma y bienestar y pensó que, tras una vida dedicada a la abogacía, por fin comprendía qué era la justicia.

 

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