Jaque al juez

Vicente Tomás Berenguer Domenech · Alcoy (Alicante) 

Había sido un trabajo rigurosamente estudiado. Mis años de cleptómana, la instrucción y el adiestramiento en la prisión me habían hecho una hábil predadora. Robar en casa de la juez resultó fácil, pero ahora me daba cuenta tras el escrutinio realizado en la mochila, que el botín únicamente consistía en encuestas de comisiones deontológicas y fotocopias de decretos que no servían a mis propósitos. Suspiré. Ni tarjetas de crédito, ni objetos de valor. Sólo mil euros y un minúsculo pen encontrado por casualidad en el doble fondo de una estantería hueca. Lo conecté, más por curiosidad que por convicción, y pronto me quedé perpleja. Vaya con la magistrada Covarrubias… en el jacuzzi de burbujas con el joven fiscal, ménage à trois, mails, conversaciones de Messenger… Recordé la premisa del buen ladrón: las propiedades de los demás sencillamente valen lo que están dispuestos a pagar por ellas. Sonreí. Cogí mi móvil.

 

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