Apud acta

Miguel Pasquau · Granada 

Ella era jueza y se llamaba “Diseño”. Yo era abogado y me llamaba “Fusconero”. Cada noche nuestras palabras se buscaban y se entendían en la pantalla, pero ninguno sugirió una cita, conscientes de que no todo lo virtual es real. Hasta que le propuse un juego. La señal consistiría en que un escrito de personación llevaría el pico superior izquierdo doblado y tres manchas de café. A cambio, la providencia, tras advertir de que la falta de asistencia a la vista comportaría la pérdida del derecho de mi cliente, introduciría tres mayúsculas seguidas. Después de quince escritos turnados a otros tantos Juzgados de la ciudad con la señal convenida, recibí su respuesta. “Dile a tu procurador que a la Secretaria del 12 le gustan sus manchas de café y su esquina doblada, pero que le falta el poder”. Luego, añadió: “Si quieres, lo hacemos apud acta”. Y lo hicimos.

 

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