Ana y Gabriel

María Milagros Álvarez Rodríguez · Arganda del Rey 

Gabriel era un buen abogado y él lo sabía. A lo largo de su carrera había resuelto con éxito numerosos litigios. Sin embargo, la denuncia que estaba redactando en ese momento era especialmente dolorosa. Apartó sus ojos cansados del teclado y dirigió su mirada al globo terráqueo que siempre le acompañaba. Como cuando era pequeño, cerró los ojos y lo hizo girar, situando su índice en un punto al azar. Abrió los ojos, Francia. Recordó su primera vendimia con Ana. Volvió a cerrar los ojos, el globo dio vueltas y esta vez su dedo se detuvo en Roma. Ana riendo en la Fontana de Trevi. Una vuelta más y Bali. De nuevo Ana, lanzándole besos desde el mar. Ana…se asustó al pensar en cómo sería su vida sin ella. Suspiró y, antes de llamarla, volvió al ordenador para enviar la demanda de divorcio a la papelera.

 

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