Pim, pam, pum

Felipe Valle Zubicaray · Ortuella (Vizcaya) 

Pim, pam, pum. La huelga no iba con su señoría. “Mañana seré yo el que abata los pichones. Nadie me arrebatará el trofeo. Despacho a esta patulea y me llevo a los dos para el coto”. El fiscal ya había solicitado la pena y el defensor oponía la resistencia acostumbrada en los viernes previos a un largo fin de semana dedicado a las reñidas cacerías que a los tres apasionaban. Cuando de pronto la voz de su señoría atronó la sala: condeno a cada uno de ellos a doce mil euros de multa por los delitos de calumnias, injurias, manifestación ilegal y atentado a la autoridad simbolizada en mi persona. ¿Satisfecha la acusación? ¿Alguna objeción de la defensa? Pues ¡a qué esperan, señores! ¡Guarden todos sus legajos, que van a volver a la pasantía! “¡A mí con manifestantes contra la ecológica actividad cinegética!… ¡Ya puedes ir preparando el jeep, Mariano!”

 

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