Contra mi cordura

Elisa García · Burgos 

Tú y tu eterna manía de demandarme por todo. Primero, alegaste malos tratos y que bebía como una esponja, para obtener la custodia del niño. La obtuviste y seguiste denunciándome porque se quedaba una hora más en mi casa. Después me sometiste a valoración psicológica por aquel psiquiatra que resultó ser el tuyo. Cuando en el conjunto de gananciales, pediste la empresa de mis padres, esperaba que en tu bufete se dieran cuenta de tu locura, pero continuaron con las querellas. Al final no sabia donde vivía, y confundía las puertas y las ventanillas de mi casa con las de los juzgados. ¡Con lo fácil que hubiera resultado llegar a un acuerdo! Solo en el último litigio comprendí que atentabas contra mi cordura y lo que querías no era que yo perdiera el juicio, sino la razón.

 

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