El parto

Diego José Garcia Garcia · A Coruña 

Ahí me encontraba. El hombre que sembraba el terror entre abogados y fiscales cada vez que dictaba una resolución era un pelele desencajado incapaz de controlar sus impulsos. No me reconocía. Todo un Juez incumpliendo la ley a vista de todos. Y es que acababa de encender mi octavo cigarro en aquel quirófano ante la mirada horrorizada de las enfermeras y rodeado de panfletos que preconizaban las maldades del tabaco. El parto se había adelantado y la criatura venía a pagar impuestos a este mundo fuera de plazo. El ginecólogo de guardia era el afamado Carlos Cuetos, al cual una de mis sentencias le había vaciado la vida y la cartera. Me miraba con ojos que bien podrían encender todas las hogueras del infierno. Por fin, tras dos interminables horas su ex-esposa dio a luz a nuestro hijo. No tengo otra opción. Mi hijo se llamará Carlos.

 

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