Reflexiones de un juez

Rosa Molina López 

Cuarenta años ejerciendo como juez y nunca vi una sentencia más clara. Cuando leí las pruebas, después de cerrar la instrucción, se me escapó una palabrota: la detención de mi hijo y dos de sus concejales era justa y evidente. Por supuesto, me recusaron. Me telefoneó el secretario general de su partido «no te preocupes, se soluciona políticamente» y le pusieron el birrete a uno de los suyos. Me alejé de todo, tratando de entender qué ha sido del sentimiento de orgullo que proporciona el trabajo bien hecho, el respeto por la ley y la justicia, la integridad personal. Ahora el dinero es dios, la ley su herramienta y la política su trampolín. Sí, definitivamente cerraré mi despacho, guardaré la foto de mi boda, el título y la pluma y me jubilaré. Mis métodos están obsoletos, y estos, para mí, son venenosos.

 

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