Imagen de perfilAL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR

FELIPE APARICIO HERNÁN 

“Pasarás más hambre que un maestro de escuela” le decía siempre su abuela. Pero Abraham era tenaz, como su homónimo Lincoln. Y tras una carrera escolar, universitaria y doctorado brillantes, se centró en impartir enseñanza en Derecho.

Aunque inicialmente tuviera escaso éxito, Abraham centraba sus clases en dos premisas: contagiar la pasión jurídica a sus alumnos y que, con esfuerzo y aprendizaje hicieran nulo de pleno derecho aquel refrán de “No hay verano sin Romano”. Parecía funcionar. Campeón anual de la universidad en lo que a asistencia y aprobados se refieren.

Cerca de la jubilación, un martes primaveral sonó la puerta. Entró alguien, con traje impoluto. “Su cara me resulta familiar”, pensó Abraham. Acertó. Actual Magistrado del Tribunal Supremo y antiguo alumno. Tras dos cursos con cierta zozobra existencial, comenzó su idilio con el mundo legal, gracias a aquel profesor que dignificaba diariamente el sentido de un oficio. Agradecimiento eterno.

 

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