Imagen de perfilHaití: Salven Nuestras Vidas

Yván Borjes Hernández 

Con lágrimas como tinta y determinación como pluma, estudié Derecho desafiando el decreto cruel de la pobreza. Al graduarme, abrí mi oficina en un cuarto de la casa, ocupado con tan solo un escritorio, una silla, un archivador y un corazón alimentado, decía papá, «con sueños de justicia efímera». Día tras día, sin cesar, cincuentenas de paisanos llamaron a mi puerta. Voces indefensas, perdidas en una memoria ancestral de leyes olvidadas. Indignado, alcé mi voz para proteger sus derechos; tuve que afrontar inevitablemente las fuerzas oscuras de la corrupción y del pandillaje, tan temibles como los terremotos que azotan la isla. Por cada caso defendido, una amenaza llegó. Anoche, mientras cerraba la oficina, caí tendido en el suelo. Como cayó mi amigo Monferrier Dorval. Él, silenciado; yo, vivo de milagro. Mientras me preparo para abandonar este hospital, me pregunto, esperanzado, si la misión internacional pronto vendrá a tender la mano.

 

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