EVOCANDO A HAMLET
Isabel Forteza CastañoRafael estaba desolado. El acuerdo que proponía su mujer le había ocasionado un serio disgusto. Si quería el divorcio debía asumir los gastos extraordinarios, renunciar a la vivienda familiar y pasarle una holgada pensión compensatoria. Era a todas luces injusto. Para proteger sus intereses debemos ir por la vía contenciosa, aconsejé a mi nuevo cliente. Además de su abogado debió tomarme por su confidente dándome acceso a su más íntimo secreto. A pesar de su edad y su delicada salud me confesó que se había enamorado de otra mujer. Una mujer de bandera y con las ideas claras, decía. Ella quiso vigilar su reputación y le abandonó porque seguía estando casado. Rafael albergaba esperanzas de recuperarla. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando pronunció su nombre. Ser o no ser su abogado. Esa es la cuestión que me planteé cuando supe que mi ex también era la mujer de sus sueños.
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Hamlet, como sucede con tantas obras dramáticas de Shakespeare, plantea un conflicto que termina en tragedia. Lo de que el mundo es un pañuelo no es solo una frase hecha, a la que tal vez también se podría incorporar otra que dice que las casualidades no existen. Este abogado tiene la difícil papeleta de estar en medio de una lucha de intereses y sentimientos en la que al final se ve también involucrado. Seguro que nunca tuvo antes ni tendrá un caso como éste, en el que demostrar la profesionalidad de defender a su cliente, sus deseos e intereses, por encima de cualquier otra consideración.
Un relato que muestra que, cuando la vida nos pone a prueba, es por algo. De nosotros depende salir más fuertes o rehuir la lucha.
Un saludo, Isabel
Excelente análisis y mejor reflexión. Un saludo, David.