TAN SIMPLE… Y TAN COMPLICADO
PATRICIA DURÓ ALEUCité a ese cliente del turno de oficio a la hora de la sobremesa. Mi intención era preparar su mejor defensa, sin embargo, me llevé un rapapolvo de mucho cuidado: “Lo hacen ustedes a propósito”, soltó de sopetón. “Montan ese circo con sus TOCAS y sus PUNTILLAS, con su LAVINIA y sus CACAREOS, con esos AUTOS que nadie conduce que son CAUSA de no se sabe qué”. Yo le escuchaba asombrado. Ese infeliz, cliente asiduo del palacio de justicia, sospechoso por enésima vez y protagonista indiscutible del asunto, asistía a juicio sin enterarse nunca de nada. Convencido de lo acertado de sus reprobaciones, de que nuestro anacrónico lenguaje era enrevesado, de que la justicia debía ser comprensible para todos, me propuse hacer pedagogía, simplificar mis alegatos y definir a cada cosa por su nombre común. De eso hace ya quince años, y aún sigo intentándolo. ¡Tan simple… y tan complicado!