EN ALGÚN RINCÓN
PATRICIA DURÓ ALEULa panorámica era limitada desde su mecedora: la copa de un olmo, a la izquierda; al frente, una pantalla de televisión. Sin conciencia del paso del tiempo, ni del cambio de estación, ni de la identidad de quienes acudíamos a visitarlo, parecía envuelto en una nebulosa infranqueable de desmemoria. Velaba sus recuerdos un alzheimer que actuó como un eclipse despiadado; y cada jornada, pese a ser idéntica, le era tan extraña como la anterior. Aquella tarde, sin embargo, ocurrió algo. Le vi adoptar una postura erguida; fijar una mirada lúcida en las imágenes retransmitidas por una cadena local. Captó su atención la Sala de Vistas, el aplomo de los letrados exponiendo de forma gráfica sus argumentos, la negra espesura de las togas… Balbuceó un “con la venia” que me dejó sin aliento. Entonces supe que, en algún rincón de su oscura memoria, se atrincheraba imbatible el gran abogado que fue.