JUSTICIA GRATUITA

ROSA MOLINA Lí PEZ · TRES CANTOS (MADRID) 

Los abogados de oficio, hartos de inútiles huelgas y de agotar plazos de reclamación de reintegros debidos por el Estado, decidieron convertir los juicios en espectáculos. Y cobrar entrada. Con seriedad y profesionalidad, pero sin togas, Asterix evitó tres condenas con un exquisito y aplaudido acento francés; el Cid discutió con el fiscal hasta casi desenvainar a Tizona; Cristóbal Colón, defensor de menores, consiguió sentencias de justicia social para tres chicos, señalados magníficamente por su dedo. Pero la reina, la que abarrotaba las salas, era Cleopatra: cómo interponía recursos de suplicación, tan elegante, distinguida, con ese aroma de azahar y limón que aturdía al público. ¡Memorable! Los derechos de transmisión televisiva redondearon los ingresos y se sucedieron los juicios hasta no quedar ninguno pendiente. El ministro no pudo rechistar. Al fin y a la postre nunca se impartió una justicia más social y gratuita para todos.

 

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