Cortesía Profesional
Antonio Martín · MÁLAGALlamaban al embarque de mi vuelo. Había sido la comida de Navidad del despacho el día anterior y, tras el postre y las copas, habíamos comprado entre todos un boleto del Euromillon. A ver si toca el reintegro, decíamos entre risas. Trece millones de euros valía el boleto que yo tenía en mi bolsillo. Cuanta más altura alcanzaba el avión, más lejos quedaban los plazos, los recursos de suplicación y los sindicatos. ¿Habrá sindicatos en Jamaica? Me preguntaba al recostarme en mi amplio asiento de primera clase, mientras una azafata me sonreía con descaro al servirme una copa. Huelga decir que me pudo la avaricia y traicioné a mis compañeros, pero lo entenderán, a fin de cuentas, todos somos abogados.