JUSTICIA AUTOMÁTICA

JUAN ANTONIO PEREZ MORALA · MADRID 

La sala de vistas estaba informatizada hasta el desiderátum. La concentración de medios ofimáticos en el entorno reservado al tribunal y letrados, levantó mi sospecha de estar transcendido en el tiempo. El secretario judicial me identificó pasándome un lector por mi pupila derecha. El fiscal recibió, textualmente, luz verde y, sin mediar palabra, introdujo los hechos, operando una consola; después, tecleó los artículos del código penal que configuraban el delito y su pena, adjuntando una cualificada jurisprudencia homologada en la intranet judicial. Tras habilitar la tecla precisa, su exposición apareció en las pantallas del magistrado, secretario y defensor. Era mi turno, pero mi razón se negaba a tan deshumanizado procedimiento. Recibí un aviso, una amonestación on line, con fecha y todo: junio de 2028. Me percaté del dato, y mi rebeldía creó y pulsó la tecla: “letrado sobradamente jubilado”. Mi cliente se salvaba así de la justicia automática.

 

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