John Grisham
José María Alonso Martín · MálagaSe incorporó en el jergón y miró a través de la ventana de la celda. Aunque había alegado ausencia de malicia no pudo evitar que el jurado lo encontrara culpable. Hasta lo condenaron por perjurio. Fue un rocambolesco caso de corrupción judicial con maletines llenos de billetes circulando de un lado a otro de los juzgados. Nunca había destacado por su destreza en la sala ni por sus conocimientos jurídicos, pero llegó a amasar ingentes cantidades de dinero, comisiones por sus servicios de intermediación con los jueces que instruían los procedimientos donde sus clientes, constructores sin escrúpulos, estaban imputados. Ahora únicamente tachaba las fechas en su calendario de Playboy, sin más propósitos que esperar a disfrutar del dinero depositado en Gran Caimán. Como letrado designado de oficio una vez me confió: “Solamente me limito a interpretar mi papel. Siempre me han gustado los personajes de las novelas de John Grisham”.