Treinta de junio

Delia Pozo Pastor · Muchamiel (Alicante) 

El trabajo en el bufete no saciaba mis ganas de comerme el mundo y cada día era una rutina imposible de desechar. Perdida en mi despacho sin motivación ninguna, sin esperanzas por ganar aquel caso tan desgastador, ya ni sonreía delante del espejo al son del mítico «maquillaje» de Mecano ni me colocaba mis tacones de doce centímetros. Llevaba una falda menos corta y un escote más puritano. Necesitaba nuevas pautas en mi vida para resurgir y la difícil tarea de asignármelas se la concedí a los creadores del concurso de microrrelatos que todos los meses recibían mi obra maestra. Seguí al pie de la letra su código: me comí un limón, me comporté como una payasa cuando defendí a mi cliente en su proceso contencioso y finalmente realicé mi mudanza a la otra punta de la ciudad. Ya me siento mejor. Aunque este mes no gane, gracias por arreglarme.

 

0 Votos

 

Queremos saber tu opinión