Amores de risa

José Manuel Hernández Miralles · Albacete 

El Código Civil dejaba lugar a pocas dudas y mi abogado había expuesto una tibia defensa; así que, el contencioso se resolvió en mi contra: mi mujer me exprimió como un limón. Debía hacer mudanza en poco tiempo: sacar mi ropa, mis enseres, mis libros y mis discos de Miles Davis -¡Qué asco de música!, sentenciaba constantemente mi suegra- del que había sido nuestro hogar durante años. Yo trabajo de cómico, todas las noches, en un local del centro. ¡Qué ironía! Ayer ocupaban la primera mesa mi mujer y mi suegra; les hacían gracia todos los chistes que contaba. Se me hizo raro que mi abogado estuviera en una mesa más atrás, solo. También se partía de risa. ¿Será esto una cruel metáfora de mi vida de payaso?

 

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