Ahora pagas tú

Gemma María Ortiz López 

Cuando entró el demandado me sorprendí. Sin duda aún creía que estaba en la pista, con su roja nariz, su cara pintada y el pelo de colores. El alguacil, siempre corriendo y ajustándose al código pisó sus enormes zapatones y casi se nos mata. Menos mal que reaccionó a tiempo, pero su enfadada cara recordaba a la de quien chupa un limón.
El contencioso en sí era muy simple, el payaso había sido tan gracioso que la mujer del demandante se había reído hasta reventar el botox. Ahora necesitaba nuevas infiltraciones y él debía pagarlas.
Nuestro querido clown decía que no podría pagarlas porque no tenía dinero no bienes. Su hogar en la autocaravana siempre estaba de mudanza, y además, cuando uno iba al circo ya sabía a lo que se exponía.
¡l le proponía una solución. Encantado le prestaría sus pinturas y su cara quedaría como nueva.

 

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