Mi lúcida abuela

Esperanza Temprano · Madrid 

Mientras salía a la carrera de la Estación camino de la Junta de Arbitraje, recordaba las palabras de mi abuela cuando le dije que quería ser abogado ¡menuda profesión para una mujer! me dijo. No le faltaba razón. Cuando me dan las mil y monas formalizando querellas y llego al supermercado justo cuando acaban de cerrar, me acuerdo de ella. Cuando cada día encuentro a mi hijo esperando pacientemente en la puerta del cole a que le recoja, mientras sus amigos ya están en sus casas merendando, me acuerdo de ella. Cuando entre lavadora y lavadora remato la nota para la vista del día siguiente, me acuerdo de ella. Cuando a final de mes, compruebo que mi nómina ha encogido porque estamos en crisis y todos debemos apretarnos el cinturón, miro al cielo con desesperación y pregunto: “Abuela ¿por qué no me lo impediste?

 

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