Justo a tiempo
Javier López Alós · AlicanteEra una carrera hasta la estación, apenas doscientos metros desde el bufete. Una vez allí, sólo debía tomar el primer cercanías que saliese hacia cualquier parte. Bajar, cambiar, bajar, quedar a salvo. Pero corría llevando un maletín que era a la vez mi premio y mi condena, y avanzaba entre la gente como a través de obstáculos que alguien hubiera puesto en mi camino, como si los segundos se me agarraran a los zapatos, en una querella contra el destino que esta vez no podía perder. Seguí corriendo hasta tropezar con un policía y mi maletín se abrió al caer. Las nóminas de los empleados, según el arbitraje, debían ser pagadas antes de fin de mes. Desde el suelo, pude ver que así sería y tuve la extraña sensación de que al final se había hecho justicia.